La persona adulta y responsable,ya sea el padre,madre o en este caso la Madre de Día, observa a cada niñ@, sus necesidades, capacidades e intereses. Le ofrece oportunidades de trabajo inteligente. Con un propósito concreto al servicio del cuidado de sí mismo y de la pequeña comunidad que es el aula. El objetivo final del/la adult@ es intervenir cada vez menos a medida que el niñ@ se desarrolla. El/la adult@ le permite actuar, querer y pensar por sí mism@. Ayudándol@ a desarrollar confianza y disciplina interior. La persona responsable no imparte ni premios ni castigos, la satisfacción es interna y surge del trabajo personal del niñ@.
Si los adultos fuéramos cada día a trabajar sabiendo que nunca lograremos alcanzar las expectativas que nuestro jefe tiene proyectadas en nosotr@s, y que, por lo tanto, seremos castigados por no cumplir con sus deseos, nuestra vida sería horrorosa.
Ningún castigo ha servido jamás a ningún niño (ni tampoco a ningún adulto) para rectificar una necesidad personal de ser amado.

Cuando el niñ@, según su desarrollo evolutivo, está listo para una lección, la persona adulta introduce el uso de nuevos materiales y presenta actividades de forma individual o a grupos reducidos. A medida que los años avanzan, cada niñ@ confecciona al comienza una lista de objetivos que luego administrará para poder cumplirlos.
Si un niño es feliz, si vive feliz, juega, ríe, explora, se relaciona y crece… Si un niño se siente pleno, amado, comprendido, mirado, atendido, cuidado y cobijado, simplemente actuará en armonía con su tranquilidad.
Entonces será fácil y fluido vincularse con él. Aunque ese niño no necesita premios. Su mayor premio es sentirse bien. No se le ocurre pedir a cambio algo más que su propio bienestar. Sin embargo, es posible que ese niño sea especialmente generoso y que esté saludablemente atento a las necesidades de los demás, adultos incluídos.